miércoles, noviembre 21, 2007

Blade Runner

El pasado viernes tuve la maravillosa oportunidad de ver una de esas películas que, como mínimo, hay que tener la oportunidad de verla en pantalla grande una vez en la vida. Siempre he pensado que hay películas que por su grandeza tienen que verse en pantalla grande, como Lawrence de Arabia, Barry Lyndon, Vértigo o El Padrino. Blade Runner es una de esas películas que, aún siendo una gozada en cualquier formato, en pantalla grande adquiere una grandiosidad totémica, como si sólo pudieras adorar aquello que ves proyectado en la pantalla y babear pensando en cada minúsculo pero a la vez monumental fotograma. Desde que suena la melodía inicial de Vangelis y ves los títuls de crédito, que demuestran que es de las pocas cosas buenas que la estética ochentera nos ha reportado, quedas hipnotizado por la magia que creó Ridley Scott, haciendo uso de algunas pinceladas de la obra de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, que tuve el (inmenso) placer de leer el pasado verano. Y digo hacer uso de las pinceladas de la obra de K. Dick porque la cinta está más cercana al mundo oscuro de Chandler y Hammet que al futuro apocalíptico y sectario que imaginó el escritor inglés. Aún así, el debate sobre la vida y la muerte, sobre el control del individuo, representado en ese gran ojo que todo lo ve, presiden la obra maestra de la sci-fi.



Y es que, al ser una película de ciencia- ficción, muestra todas las inquietudes de este género, tan habituales como necesarias, el cuestionarse cosas que el resto de géneros artísticos no hacen, y le da a la película un toque totalmente ambiguo, al no aclarar nunca todas sus pequeñas intrahistorias, lo que la convierten en la película más enigmática de la historia del cine, y con más secretos y debates en torno a su fondo y forma (si no contamos con el vaso de leche de Sospecha, claro está). Y es que, mientras la novela tira más por los conceptos de la fe humana, de si realmente existe un dios, y de cómo este influye en la sociedad y juega con sus seres, reales o no, la cinta de Scott se centra más en el dilema moral de si es el hombre el que juega a dios, y si sus "engendros", por llamarlo de algún modo, pueden y merecen vivir como humanos, o nunca alcanzarán tal grado de, por llamarlo de algún modo, vida. Quizás por ello, tenemos el duelo entre Roy Batty, el más terrorífico ser que uno pueda echarse a la cara, y Rick Deckard, ese antihéroe que, si en la novela se mueve por mejorar su estatus social comprando animales reales, y por el choque de sentimientos al enamorarse de un ser artificial al que debía darle caza, en la película no es más que un mero asesino capaz de retirar (asesinar a sangre fría, y por la espalda si hace falta) a los androides.



Al final de la película, no queda claro quien es el bueno, si el cazador o la presa, si aquel que tiene la vida y la asume como una gris obligación hasta la muerte, o aquel que carece de ella y la ama hasta el punto de no matar a su enemigo con tal de no exterminar una vida. Probablemente, la cinta supera al libro, aparte de porque simplifica conceptos hasta hacerlos sencillos de entender por el espectador sin perder su fuerza filosófica, y por la excelente ambientación, creadora del cyberpunk, en hacer de Deckard alguien que comienza a cuestionarse todas sus creencias, no sólo por el mero hecho de enamorarse de una androide, si no por verse reflejado en aquellos a los que asesina, por ir comprobando poco a poco el terror que supone vivir con miedo, como bien le dice Batty, saber que tienes a alguien con quien hincarás la rodilla en el suelo, alguien que te puede matar por la espalda en cualquier momento, y lo peor de todo, el saber que puedes dejar de ver a ese ser amado, al que quizás amas igual que odias.



Pero, lo que realmente hace grande a Blade Runner es la capacidad de narrar una historia de cine negro en pleno futuro, siguiendo los patrones clásicos del género que perfeccionaron Wilder o Siodmak. Y es que Rachel no deja de ser una versión actualizada de Evelyn Muwlray o Phillys Dietrichson, una femme fatale moderna, aunque con un interesante punto de inocencia y bondad, pero no por ello dejará de significar la perdición para el propio Deckard, quien es una modernización del arquetípico personaje encarnado por Bogart, perdedor hastiado de vivir, que observa como su existencia se diluye cada día un poco más entre los fideos chinos de la moderna Chinatown y su whisky barato que bebe en su destartalada casa. Y Roy Batty es el perfecto enemigo del justiciero, ese ser que parece indestructible, y que no representa otra cosa que el cambio, ese Mesías anunciado que con su retorno traerá el fin de todas las cosas, y probablemente el personaje más "Nietszche" de la historia del cine, ese que, saltándose todas las normas establecidas, elimina a su creador, a su dios, y, sin embargo, a pesar de ello, ante la imposibilidad de suplantarle, comienza su crepúsculo y asume su muerte de la forma más poética posible, probablemente el monólogo más repetido en la historia del cine, y que es imposible no exponer aquí, por muy repetido que haya sido en todo lo que se ha escrito sobre la cinta.







Y así acaba Blade Runner, de una forma bella pero trágica, sin lugar para la esperanza, en un mundo finito donde todo tiene fecha de caducidad, una historia pesimista, pues los personajes huyan de aquello de lo que nunca podrán escapar: la muerte.



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2 comentarios:

Álvaro Icaza Ruiz dijo...

Me ha encantado tu comentario sobre la peli. También he tenido la suerte de disfrutarla en una pantalla de cine en versión digital y la verdad es que la experiencia ha sido inmejorable ya que parecía una película del 2007, es alucinante la calidad de imagen y de sonido que han conseguido.
Sólo quiero decir una cosa a los que lean este post...¡que vayan corriendo a verla si la echan en su ciudad!

haujavi dijo...

Y yo que me dormí viendo Blade Runner... :P