lunes, marzo 26, 2007

Newborn Awakening

Hay varias cosas que me ponen de muy buen rollo. Puedo estar de bajona gordísima, pero si tengo eso, se me cambia la cara y se me dibuja una sonrisa de oreja a oreja. Una de ellas es Me llamo Earl. Es una de las pocas series que veo, y que además de eso, disfruto. Veo Little Britain o Prison Break, y también me encantan, pero no me transmiten ese mensaje positivo que sí tiene Earl. La propia idea de la que parte la serie, más sus personajes principales hacen que me llegue al corazón, sobre todo el personaje de Randy. Es probablemente el personaje más tonto de la serie, pero es el mejor ejemplo de bondad desinteresada que se puede poner, o el propio Earl, que era una mezcla de pierrot y el Dioni, y al final te acaba cayendo de puta madre, porque al fin y al cabo también es un bonachón, y así con todo el reparto, porque están tratados con una inocencia y una ternura tremendas. La lista de Earl es de las mejores cosas que le han pasado a mi vida en mucho tiempo.

Una de las cosas que más destaca de la serie es su pedazo de banda sonora. AC/DC, Lynyrd Skynyrd, Black Rebel Motorcycle Club, Queen, The Doors... y precísamente, sobre The Doors va este post. Es otra de esas cosas que me levanta la moral cuando estoy depre.Y esta canción que aparece en un episodio de Me llamo Earl es un gran ejemplo de lo que era su música: psicodelia, como en Light my fire, o lentitud casi tediosa, como Riders of the storm.

Siendo una banda enorme, de las 10 más importantes de la historia del rock (por delante de los Stones, evidentemente), hoy en día sus integrantes no son de los más recordados salvo Jim Morrison. Evidentemente, era fotogénico, para qué lo vamos a negar, y carismático... Ray Manzarek es, probablemente, el mejor teclista que ha parido el rock. Sus melodías son puro ácido, dando la sensaciómn de que estás en la costa oeste yanki poniéndote ciego de LSD en plenos 60. Si fuésemos justos y no midiésemos sólo la belleza, probablemente el gran líder de The Doors debería ser Ray... pero bueno. También debemos recordar a Robby Krieger, el gran guitarrista. Se dice que es poco técnico, que no sabía marcarse un punteo rápido y que su estilo de música era sota-caballo y rey... pero, ¿Quién no se pone farruco con los solos de Light my fire o The end?. Cada día se busca más la técnica en la música, y se olvida a los genios capaces de levantar sensaciones sin necesidad de correr el mástil 3 veces en 1 segundo... probablemente, sin esta banda, el rock psicodélico y el progresivo no habrían sido lo mismo.


Por cierto, mi camiseta de The Doors tiene la portada del Waiting for the sun, como dato estadístico.

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No me he olvidado de tu sorpresa, pequeña wei, pero no la encuentro XD

jueves, marzo 15, 2007

El Señor de los Anillos

El Señor de los Anillos forma parte de mi vida desde que cumplí los 10 años. Desde entonces, ha sido mi libro favorito, y lo releo una vez al año sin falta alguna desde hace 10 años. En estos años, los personajes del libro han pasado a formar parte de mí, desde personajes tan aparentemente poco importantes en la trama como el príncipe de Dol Amroth Imrahil, o Hama, guardián de Theoden, pasando por los miembros de la Comunidad del Anillo, los Nazgul, Sauron, los rohirrim, Denethor, o Faramir, hasta llegar a mis dos personajes favoritos, Gandalf, y Aragorn. Por ello, cuando me enteré que se iba a hacer una película, tuve esa mezcla de ganas y de miedo que supongo que tuvimos todos los fans del profesor Tolkien, cuyas adaptaciones a la gran pantalla en dibujos animados no habían sido muy gratificantes.

Recuerdo perfectamente el día del estreno. 19 de diciembre de 2001. Ese fue un año de bastantes cambios en mi vida. Entré en un nuevo colegio, me cambié de casa, y por encima de todas las cosas, recuerdo ese día. Fui a comprar las entradas 1 mes antes, y ese mes se me hizo interminable. El día del estreno, el Lagüens y yo hicimos rabona, porque yo tenía clases hasta las 8 de la noche, y fuimos a ver la peli en la primera sesión. Cuando apareció escrito en grande EL SEÑOR DE LOS ANILLOS y escuché la voz de Galadriel con la música de Howard Shore, supe que en ese momento, mi vida entraba en una nueva etapa.



La primera raza que se nos presentaba era la más insignificante, la menos importante en los quehaceres de este mundo imaginado: Los hobbits. Ellos, felices de ignorar y ser ignorados por el mundo exterior, viven en la Comarca, representación idílica de la Inglaterra en que vivía Tolkien, moribunda tras los bombardeos de la Luftwafe, pues ESDLA no deja ser una mera idealización del mundo real, con su bienes y sus males. A pesar de su supuesta paz e insignificancia, ninguno de los 4 hobbits protagonistas es capaz de imaginar el futuro que sus vidas jugarán en el destino de su mundo, unos seres que dejarán la confortable existencia en su país natal para adentrarse en un mundo que conocían por las historias de Bilbo.



Cuando llegamos al Concilio de Elrond, podemos observar que los propios pueblos libres están enfrentados entre ellos. Ninguno reconoce las bondades y virtudes de los otros, y eso alimenta el poder creciente del Anillo de poder. El ansia de poder de algunos les lleva a su perdición, rompiendo lo básico para vencer: permanecer unidos contra el mal. Al final, debe triunfar el bien, y la razón, y como si de un crisol de culturas se tratase, humanos, elfos, enanos y hobbits marcharán a combatir a los nueve de Sauron, y queda formada La comunidad del Anillo.



Cuando 3 horas después había visto cobrar vida todo lo que yo consideraba imposible, estaba yo ahí llorando como una loca, y me dijo el Lagüens: ¿Estás llorando? y mi respuesta fue: Es que... me he mordido la lengua. La canción que acompaña la caída de Boromir y el entierro de Aragorn es intimista, que se asemeja al último aliento del gran hijo del Senescal de Gondor.



Pero, aún con Boromir recorriendo el Anduin en su barcaza fúnebre y la compañía dividida, todo oscuro y poco esperanzador, siempre queda aquello en lo que se basa la gran obra de Tolkien: la amistad. Siempre que uno de los protagonistas flaquea, siempre que se produce una derrota, tienen una mano tendida a la que agarrarse, y mientras hay vida, hay esperanza.




Quizás la oscuridad caiga sobre nosotros, pero mientras permanezcamos unidos...




Cuando comienzan Las dos torres, la historia comienza donde se dejó. Frodo y Sam perdidos en Emyn Muyl, Merry y Pippin en manos de los orcos, y Aragorn, Legolas y Gimli persiguiéndolos sin descanso. Uno de los puntos interesantes que toma la historia en Las dos torres es el aumento de poder de Saruman. Quizás la novela puede ser tachada de tópica y maniquea, pero Tolkien siempre supo en qué se basaba la maldad de sus personajes, y lo más importante, su punto débil: el poder. La metáfora que coloca Tolkien en sus malos, y en los personajes más ambiguos de la historia, es que siempre que alguien quiera más poder del que le correspone, aquel que quiere acaparar más de lo que debe, siempre acabará derrotado, y aquí el ejemplo es Saruman. Cuando Saruman juró luchar contra el Nigromante en el Concilio Blanco trató de ocultar el paradero del Anillo para encontrarlo él, y poder ser el nuevo señor oscuro y dirigir la Tierra Media desde su torre de Orthanc. Pero, cuando ansias poder, te acabas encontrando con aquello que odias, y Saruman acabó bajo las redes de aquel al que un día juró combatir. Al igual que los Nazgul, su ansia de poder fue su perdición. Los Nazgul son los enemigos perfectos, son aquello a lo que tememos desde niños, la oscuridad, lo que no podemos ver pero sentimos, el puro mal.



En esta segunda parte también nos encontramos con uno de los pueblos más importantes de los hombres de la Tierra Media. Uno de los mensajes que se desprende de la obra de Tolkien era su profundo amor y respeto por el medio ambiente, y el miedo que siempre tuvo de que las máquinas reemplazaran al hombre, y aniquilasen todo aquello que la madre naturaleza nos había dado, y ello lo representa, aparte de en los elfos, en los rohirrim, unos hombres que están en sintonía con los animales, y especialmente con sus caballos, y que Tolkien creó a imagen semejanza de las razas nórdicas medievales que él tanto adoraba, ya que consideraba que eran la clase precedente del pueblo bretón. Rohan, antaño un pueblo grande, orgulloso, está ahora menguado por el control que ejerce Saruman en Theoden Rey a través de Grima, su repugnante infiltrado, pero cuando Gandalf lo libera de su maldición, el orgullo de su raza y el rostro de su sobrina Eowyn (para la que Tolkien se inspiró en la belleza nórdica de Rosa Wiwin) le devuelven al campo de batalla.



La naturaleza, como ya he dicho arriba, tiene un gran papel en ESDLA, llegando al punto de que los árboles cobran vida. Si en Macbeth el bosque se movía, en Las dos torres, Tolkien le da vida a este para llevarlo a la guerra y permitir derrotar a Saruman, prepotente y desguardado. Pero todo ello no habría sido posible sin aquellos que les dotaron de vida y les enseñaron a hablar: los elfos. Es la raza más imposible de encontrar en este mundo, la perfección tangible, etéreos, bellos, y sabios, y no, no formo parte de ellos, que podría llevar a engaños. Al principio resignados a abandonar este mundo por el que tanto han luchado, y decididos a dejarlo en manos de los hombres para que se pudran en él, finalmente harán honor a la Última Alianza de Gil-Galad y Elendil y combatirán junto a los humanos en la batalla contra Sauron.



Y si antes hemos hablado de los rohirrim, en El retorno del Rey encontramos a la gran raza de los hombres, los descendientes de Elendil, el amigo de los elfos que combatió contra Sauron. Hoy en día, el que antaño fue el pueblo más grande sobre la Tierra Media, está casi condenado a su extinción, al haber mezclado la ilustre sangre de los dunedain descendientes de Elros con las de otros hombres de razas menores, aunque si algo no mengua es su valor. Podemos comprobarlo dentro de las murallas de la nueva capital de Gondor, Minas Tirith, antaño Minas Anor, una de las dos ciudades gemelas que escoltaban a la antigua capital, Osgiliath, y que junto a su gemela Minas Ithil, actual Minas Morgul, se encargaba de que el mal que salía de Mordor no fuese más allá de los límites del Anduin.



Más allá de las murallas de la ciudad, los caballeros de Gondor son débiles. Ante unas hordas que les superan en 10 contra 1, su valor de poco sirve, aunque, como dice Gandalf: nunca hubo mucha esperanza, tan sólo la de un necio... y como el motivo principal de la novela es la esperanza, los gondorianos combaten al ejército del Rey Brujo por lealtad a una bandera. Aún siendo una locura propia de un demente, los capitanes de Denethor atacan Osgiliath, entregados a los orcos, y ni la propia sangre importa.



La esperanza siempre es poca durante toda la historia, pero todos los personajes tendrán que hacer frente a sus miedos interiores. El que más deberá vencer sus miedos será Aragorn, el destronado que retornará de la sombra para encabezar a los débiles ejércitos del Oeste contra el mal que se alza en el este. Aragorn es probablemente el personaje más complejo de la novela, siendo en apariencia el clásico tipo duro, al que con el paso del tiempo vemos una lucha interior que él mismo tiene miedo de emprender. Una vez que Elessar afronte su papel en la guerra, el rey retornará, y la espada llamada Narsil será forjada de nuevo, y Andúril, la llama del oeste, será empuñada en la batalla final que decidirá el destino de todo aquello por lo que los hombres, elfos, y demás pueblos libres de la Tierra Media han peleado.



Esa batalla final será en el Pelennor, donde el destino de la humanidad parece más negro que nunca... hasta que el sentido de la batalla cambia. Aquel que nunca sería vencido por un hombre es derrotado, y donde antes sólo había oscuridad, luce un breve, aunque placentero, sol. Los rohirrim, haciendo honor a su pacto, cabalgan desde el Abismo de Helm y derriban las líneas defensivas del ejército de Sauron.



Disfrutad. A mi particularmente se me ponen los pelos de punta.



Pero por desgracia, no será la última batalla que tendrán que afrontar. Gandalf, protagonista en la sombra de esta épica historia, y probablemente el más implicado en la larga batalla contra Sauron, trama un plan a la desesperada para dar una última oportunidad a un consumido Frodo. Allí donde la fuerza física perderá, el valor de los hombres deberá triunfar en un anzuelo que, según el propio Tolkien, Sauron muerde con fauces de acero. Un último sacrificio para que el bien triunfe sobre el mal, como el de Gandalf ante el Balrog en Khazad Dum, como el de Boromir en Parth Galen, como el de los rohirrim caídos ante un todopoderoso ejército de uruk-hai, el de Theoden en el Pelennor, como el de todos aquellos que han dado su vida para que todo llegue a este punto, para que, al final de la oscuridad, haya un pequeño halo de luz y esperanza al que agarrarse. Morir para dar una última oportunidad a un amigo.



Pero, es al final de todo, cuanto todo aquello por lo que has luchado se desvanece, en que has hecho el último esfuerzo, y todo ha acabado, cuando te das cuenta de lo más insignificante, de que echarás de menos aquello que antes carecía de importancia, cuando esos pequeños detalles de la vida diaria que nunca más volveremos a ver, son ahora más importantes que nunca. Frodo y Sam eran dos motas de polvo sumidas en una aventura que en nada se parecía a todo lo que habían imaginado, y cuando realmente se dan cuenta de que, al final, lo que importa es la amistad y contar con aquellos que te quieren. Todos han perdido algo. Amigos, familiares, sueños... pero al final, queda una bella enseñanza: cueste lo que cueste, el bien siempre vence al mal.



Es en ese momento, cuando todo parece haber acabado bien, cuando el pasado se hace presente y aparecen las heridas, tanto mentales como físicas, y el dolor se puede mitigar, pero siempre estarán presentes ahí como muestras de todo aquello por lo que hemos pasado. Recuerdos que a veces queremos enterrar en lo más hondo de nuestra alma, pero que están demasiado latentes. Decidimos que nuestra historia en el mundo toca a su fin, que ya hemos llevado a cabo nuestro cometido en la vida y que es el momento de dejar paso a ls nuevas generaciones, cederle el testigo a aquellos amigos que han estado con nosotros en los momentos difíciles, y abandonar ese mundo por el que tanto luchamos, sabedores de que nunca seremos olvidados por aquellos que nos quieren, aquellos por los que luchamos y dimos la vida, dejamos a fuego vivo grabado nuestro recuerdo en el mundo, para que nunca nos olviden. La despedida en los Puertos Grises no es un final, es un nuevo comienzo, el de otros que tendrán una oportunidad para mantener ese mundo que tanto queremos tan hermoso como siempre lo habríamos querido, una nueva historia en la somos partícipes al haber propiciado que esta pudiera ocurrir.



Ese sendero que todos recorremos...



No suena tan mal, ¿No?

Aquí acaba una historia que, hasta ahora, ha ocupado 10 años de mi vida, y muchos más de las de otros admiradores del profesor Tolkien, y admiradores también del respetuoso trabajo que hizo Peter Jackson adaptando al cine una obra tan compleja como personal.

lunes, marzo 12, 2007

Sabbath, bloody sabbath

Bueno, como ando ocupado escribiendo el post más megaépico de la historia de este blog, y que probablemente sólo entenderá miss wiwin, y hace tiempo que no escribo, vengo a dejaros un detallito de mi exquisito y superior gusto musical, que probablemente sólo sabrá apreciar el pequeño impío: Black Sabbath.

La canción de apertura del Sabbath, bloody sabbath, que lleva el mismo nombre que el disco. Un riff que destila odio por el mundo, un riff violento, algo propio del grupo de Birmingham, y de su guitarra, el maestro Tony Iommi, probablemente el mejor creador de riffs del rock setentero. Disfrutadlo... si podéis