viernes, agosto 15, 2008

EL caballero oscuro


Cuando hace tres años aproximadamente se estrenó en los cines Batman Begins, parecía que el único superhéroe que a servidor le ha interesado nunca retomaba la senda del buen camino. Parecía una película nueva, sin conexiones algunas con las anteriores entregas del mítico personaje de Bob Kane, y, si bien es cierto que no estaba, bajo mi particular punto de vista, a la altura de las dos grandísimas y estéticas cintas de Tim Burton, Batman y la muy infravalorada Batman vuelve, si que conseguían que el personaje remontase el vuelo. Despojando al superhéroe más humano, y ,por tanto, más interesante, por excelencia, de todo amaneramiento, estética colorida y pezones de proporciones estratosféricas que le colocó el terrible Joel Schumacher en su intento de retornar al Batman pop de Adam West, Nolan, interesante creador de atmósferas (aún me pregunto por qué no esperaron a que tuviera la agenda libre para que dirigiese La carretera) aunque algo irregular en el remate de sus películas, supo colocar la cinta en una posición más convencional a nivel visual sin por ello perder ni un ápice de su fuerza dramática y estética para centrarse más en el personaje principal, su nacimiento y su creación iconográfica, aunque bien es cierto que todo fallaba cuando, irónicamente, aparecía Batman en escena. Importaba más las secuencias de Bruce Wayne, su viaje interior en Asia y su lucha personal contra sus demonios internos que la pugna contra el crimen y contra, por qué no decirlo, unos enemigos realmente pobres, desde mafiosos a un Espantapájaros sin la suficiente enjundia para plantar cara a todo un Batman magistralmente interpretado por Christian Bale, amén de la aparición estelar de Liam Neeson como Ra´s Al Ghul, con quien la obra habría ganado más poderío en el aspecto oscuro, siendo deslucido por ello el resultado final. También servía para marcar la que sería la gran obsesión de Nolan para con el nuevo Batman, el motor de esta nueva saga: cada uno es el cúmulo de actos que realiza, lo que hacemos es lo que nos forma y lo que nos lleva a ser lo que somos y que mueve todo lo que nos rodea, especialmente en alguien tan importante e influyente como Bruce Wayne, un playboy con un álter ego que le impide llevar una vida normal. El caballero oscuro corrige y mejora todas las prestaciones de Batman Begins, siguiendo la línea sobria de su antecesora, alejándola de cualquier teatralidad o exageración en la puesta en escena como si tuvieron sus cuatro antecesoras, no hay rastro alguno de cómic, no nos encontramos con una película en la que las viñetas tengan presencia alguna, puesto que no estamos ante un superhéroe de un código ético y moral marcado por el puritanismo y la ley del haz lo correcto, si no que nos adentramos en la máscara y la armadura y se estudia el alma del que lleva el símbolo del murciélago, y, al igual que este, se estudia a su némesis, a su archienemigo, arreglando así la gran tara de su predecesora con la aparición de un villano carismático que, gracias a la magna interpretación de Ledger, se convierte en uno de los grandes malvados de la historia del cine y se pone de igual a igual ante el hombre murciélago, que aquí pasa más tiempo intentando encontrarse a sí mismo y a los que le rodean y conocer el mundo en el que habita y cómo funciona este, que luchando contra el mal. Es por tanto que hallamos virtudes y aciertos donde otros, como Sam Raimi, fallaron estrepitosamente, gracias a la valentía de un Nolan que puede jubilarse al haber alcanzado ya su tope, su obra culmen, triunfando al ser un perfecto estudio de personajes más allá de estar regidos por el mero azar y hacer lo que, según las convenciones sociales, están obligados a hacer, un justiciero enmascarado que duda y teme aquello que hace, que busca entender el porqué de sus acciones y que está más cerca de los Dix Handley, Harry Callahan, Michael Corleone, Dave Bannion, Tom Stall o Vincent Hannah que los Spiderman, Superman o Hulk de tres al cuarto, superhéroes de poca monta hechos única y exclusivamente para sacar el muñequito o el videojuego de turno, colocando la propuesta de Nolan más cercana al cine de Fincher, Fritz Lang, John Huston, Michael Mann, el David Cronenberg post-Spider, Coppola o Clint Eastwood que al clásico trabajo palomitero y vacío del cine de superhéroes, doctorando al joven realizador inglés como uno de los grandes del cine contemporáneo y quien sabe si histórico, aunque todo eso lo dirá el tiempo.

La elección de Nolan y David S. Goyer de desviar el tono de la cinta del cómic puramente mainstream para acercarla a géneros más clásicos como el negro, el policíaco o el thriller es, lejos de cualquier duda, la gran novedad y acierto y lo que la separa, desde el mismo punto de partida, de cualquiera de sus competidoras aparentemente genéricas. Dentro del tono profundo y serio que adquiere toda la cinta, la perfecta conjunción de fondo y forma dentro de la historia basándose en el portentoso guión, el cual tiene apenas un par de fallos de escasa importancia, permiten crear una visión madura de un personaje que tiempo atrás dejó la lucha sin razón y que busca una identidad más allá del personaje, anteponiendo a la persona, y que terminan proporcionando un dramatismo visceral en la línea de cualquier tragedia griega, pues el realizador no se acobarda nunca y realiza una película de Nolan más que una adaptación de cómic, imponiendo su estilo al del estudio, y dejando al personaje en el lugar más alto posible. Es perfectamente reconocible en la escritura, siendo un libreto del gusto del director británico. Ese constante juego de giros de guión, esas trampas al espectador, la construcción milimétrica convirtiéndolo casi en una ecuación matemática, la impresionante capacidad de estirar una y otra vez el invento sin que pierda fluidez ni fuerza, rizando el rizo hasta cotas inesperadas, y ese regusto por el thriller y el film noire más clásico de personajes perturbados cuya situación en la estrecha línea que separa correcto de incorrecto es bastante difusa, y, a diferencia de la reciente y fallida El truco final, aquí Nolan acierta en todos y cada uno de esos brutales cambios totalmente radicales, y, lo que es mejor aún, no falla en el final, siendo perfecto y consecuente con todo lo que nos ha ido mostrando anteriormente y engarzando de manera prodigiosa con su discurso acerca de la dualidad del hombre. Más allá de calcar la estructura de la primera entrega, algo que habría sido bastante probable en manos de otro, aquí se decide por iniciar la historia de la mejor manea posible, presentando al villano a las primeras de cambio y sin previo aviso, y dejando claro lo que va a ser todo lo que se avecina por delante: guerra sin cuartel y sin respiro a Batman y al espectador. Es el Joker quien reina con su psicótica forma de ser, con su anárquica concepción de la vida y con su gusto por el sadismo y la violencia de cualquier forma, disfrutando incluso cuando la recibe. Un villano de una profundidad psicológica que escasamente se ve en una pantalla grande, alejado del histriónico y bufonesco, aunque también genial, Joker burtoniano de Nicholson, y que vuelve a reiterar la diferencia entre ambos films: mientras allí había pomposidad y un aire un tanto superficial en el tratamiento de la historia, de una visión más cercana al cómic, aquí nos hayamos ante personajes nada amables, sin sentido del humor, irónicamente siendo un payaso el coprotagonista, y donde lo que pesa es el carácter humanista del guión. Porque el otro gran acierto es los escritores es la perfecta tela de araña que han logrado conformar para que los personajes secundarios entren en la trama sin estar fuera de ella ningún momento, desde Rachel (gracias por hacer un personaje digno, Maggie Gyllenhaall, después de Lady Cruise era necesario) a Jim Gordon (grandísimo Gary Oldman), pero donde destaca sobremanera el soberbio Harvey Dent que interpreta un sorprendente Aaron Eckhart, cuya introducción en la historia parecía sospechosa y difícil de justificar pero que, finalmente, origina dos triángulos melodramáticos sobre los que gira la trama: Joker-Batman-Dos Caras y Dent-Bruce Wayne-Rachel, siendo quizás el aporte necesario para ahondar más aún en la personalidad del multimillonario protagonista y su mezcla de envidia y admiración hacia el fiscal, que representa todo aquello que antoja, la defensa de lo correcto desde la legalidad y el respeto y el amor que Batman nunca consigue de la gente, y que, con la aparición de Dos Caras, muestra lo que podría llegar a ser, un defensor de la ley al que se le va de las manos su labor, creando otro nexo de unión entre el superhéroe y un nuevo personaje, muestra del juego simultáneo que todos tenemos dentro de nosotros entre bien y mal, algo que le colocaba a él en medio del pérfido Joker, la maldad personificada más allá de cualquier raciocinio, y del bueno de Harvey, quizás la bondad utópica del idealista que comprueba cómo no se puede vencer al mal sin tener dentro una pizca de maldad. Este punto es el más interesante, Wayne excede cualquier límite dentro de lo legal y su tarea es cuestionada no solo por la gente que comienza a verle como un peligro a raíz de las amenazas del Joker, si no de si mismo, y aquel joven Wayne que aparecía al comienzo de Batman Begins es aquí alguien que ha asumido que su papel no es el de héroe correcto, si no el de escudo de la sociedad contra los males, vengan de donde vengan y que empieza a vislumbrar que las decisiones que se toman en el pasado tienen su reacción en el presente y que es imposible cambiarlas.

A pesar de que pueda parecer una cinta algo grandilocuente, El caballero oscuro nunca es pretenciosa en su intento algo filosófico de concebir y, a la vez, desmontar al héroe alejado de cualquier tópico. El protagonista ve cómo su idea de defender el bien ante el mal surge del mismo modo que el Joker actúa: el odio. La muerte de sus padres y la inseguridad que sentía en Gotham le hicieron querer ser lo que es hoy en día, y todo lo que ello ha hecho en su vida. El punto de inflexión entre elegir vida o héroe está decidido, y Wayne arroja por la borda su vida, cayendo hasta el abismo más profundo en la soledad del antihéroe. Y es que la sombra del Joker es demasiado alargada, y su influencia en el millonario joven no se hará esperar. Ledger alcanza una locura realista, exasperada, un personaje que, como él mismo dice, es un perro rabioso, la enajenación hecha persona, el descontrol, el caos, y cabe preguntarse si el actor australiano no llevó el personaje demasiado lejos y lo convirtió en parte de si mismo y, por desgracia, ello le llevó a lo que le llevó, aunque bien es cierto que su frenética creación le ha llevado a la inmortalidad cinematográfica, más incluso que a Nolan o a Bale. Su inquietante papel ensombrece toda la película, pero no hace enmudecer en momento alguno, tal y como se ha dicho, a un gran Christian Bale, quien compone un Batman para los restos, pero él es el artífice de la mejoría de la cinta con respecto a la algo sosa primera entrega, y es que los maquiavélicos planes del bufón son el alma del guión y lo que, a la postre, otorgan esa construcción casi científica de todo el engranaje, aunque, de manera contradictoria, el Joker sea el caos y haga planes planeados a cada paso cuando, irónicamente, él mismo dice que actúa sin más, y odia a los que planifican algo. Quizás es uno de los escasos y poco importantes errores del guión, sepultado ante el aluvión de emociones que se desatan en la última media hora, recordando a cintas del calibre de El Padrino o Érase una vez en América, siendo el resultado final sencillamente portentoso, alejado de la frialdad que suelen tener este tipo de cintas tan grandes y alejadas de cualquier improvisación. Da la sensación de que el guión de El caballero oscuro, dentro de unos años se estudiará en las escuelas al igual que hoy se hace con el de El Padrino, Lawrence de Arabia, Ciudadano Kane, Network o Casablanca, pues Nolan y su hermano Jonathan consiguen algo sencillamente inaudito por la perfección con la que bordan cada secuencia, los diálogos llenos de profundidad y la constante sensación de que cada palabra que se dice, cada fotograma que vemos, y cada paso que cada un personaje ha sido estudiado por un grupo de puristas. Al igual que en la primera parte, la obra culmina con una gran secuencia donde se muestra el comportamiento de la masa ante algo inesperado, ese miedo que se extiende como la pólvora cuando algo no sale como se espera, y ese algo es el personaje de Ledger. El trae el caos a una metrópoli, una sola persona, como si del aleteo de una mariposa se tratase, es capaz de cambiar el rumbo de las vidas de varios millones de personas, de ahí que durante toda la cinta no dejen de llamarle terrorista continuamente, que con su macabro juego lleva a todos, Batman incluido, al borde del caos, logrando su propósito, el del estado de sitio y casi casi la ley marcial. Es quizás el momento en que la épica ha alcanzado su cénit, todo el castillo de naipes ha llevado a este punto, el momento exacto que quería Nolan, aquel donde coloca frente a frente las dos visiones del mundo, la evolución natural de la cinta, nacida de Begins, cuando lo que surgió más o menos como la excentricidad de un tío con mucho dinero y lleno de odio adquiere al final su sentido y la comprensión por parte de este de todo lo que ha hecho y debe hacer al ver la corrupción que ha provocado su antagonista en su lucha contra este y Dos Caras, el perfecto caballero de la justicia convertido en un monigote originado por un demente con pinturas de guerra. La catarsis definitiva de Bruce Wayne más allá de Batman, la asunción de responsabilidades que le pide el pueblo, y la huida del mártir en su eterna y desagradecida lucha de aquellos que no entienden su tarea, el vagar por el camino oscuro para que todo continúe como hasta ahora, donde las personas normales sean quienes refloten Gotham más allá de la actuación de una persona anónima al margen de la ley cuyas actuaciones pueden ser malinterpretadas, como le sucede con la mujer de Gordon o cuando el populacho le recrimina la aparición del Joker cuando antes le tenían como el guardián de la ciudad y de los buenos modos de manera netamente altruista en pos de, quizás, una nueva identidad que soslaye de una vez por todas a Batman y que le permita ser persona antes que monstruo, tener una vida más allá de ser un freak que planea en la noche en busca de otro freak, y no tener que lamentar más pérdidas que se han originado por una decisión tomada desde el corazón sin consultarlo con la cabeza, aunque para si mismo sabe que su camino, como el del samurái, está marcado y es el de estar solo siempre, tal y como decidió cuando se le dio la oportunidad de cambiar.