jueves, marzo 20, 2008

The man who sold the world

He aquí el retorno del capitán Patachula, la vuelta a los escenarios (blogueros, si se me entiende bien) del lesionado más abandonado de todos los tiempos, y es que hoy hasta me ha abandonado mi familia, que se han ido a la playa y me han dejado aquí con una miserable aunque rica pizza de queso de Casa Tarradellas. ¿Tan despreciable y ruin soy que mi propia familia me abandona un jueves santo, sabiendo lo que para mí significa esta fecha, absoluto devoto de la nada y seguidor de la procesión de los Karamazov, que eso si que se lleva por dentro? Pues nada, aquí va servidor de un lado a otro de la casa dando tumbos con su sillita de ejecutivo con ruedas chillando como un poseso un sonido semejante al Chaoz de Randy, impío entre los impíos, y con Elvis o The Answer (escúchalos, Randy, te van a gustar) de fondo sonando por toda la casa... ventajas de ser un licenciado en ortopedia y muletas abandonado, tienes toda la casa para ti mismo. Bueno, volviendo a lo importante, el retorno de este blog. ¿Por qué retorno? No lo sé. Quizás porque durante este tiempo he estado pensando en cambiarme de sexo y ser una auténtica zorra, o también hacerme emo, que al fin y al cabo viene a ser lo mismo. También estuve pensando en hacerme un blog de esos de noticias de cine. Sí, ya sabéis, como esos de tublogdecine, blogdecine y demás variados uniendo las palabras blog y cine que hay por ahí, y cuyo único mérito consiste en ir copiando las noticias que ponen los otros. Gran vida la del periodista cinematográfico ciberespacial. También podría haber comenzado a colgar mis críticas aquí y matar dos pájaros de un tiro, ¿No? Supongo que sí, pero entonces habría traicionado el motivo por el que comencé este post, que no era otro que protestar y hacer campaña para que el jabón se volviera a vender en frasquitos de cristal. Visto que no tenía demasiado sentido hacer esas propuestas con música, finalmente decidí convertirlo en un mero y simplón blog musical, alejado de cualquier intención política, a excepción, claro está, de mi lucha contra progres y alimañas varias. Es por ello que hoy retomo mi intención puramente musical, alejada de cualquier tentativa cinematográfica, pornográfica o política.

Comienzo mi retorno con una doble propuesta, la canción de un genio de la música, especialmente en la composición, y la versión posterior que otro genio de la música realizó 20 años después. Hablo de David Bowie y de Kurt Cobain, tristemente convertido en ídolo de jovencitos amantes de Linkin Park y Craddle of Filth (tíos, cuna de mierda, ¡Qué peligrosos!). La canción, claro está, The man who sold the world. ¿Por qué saco este tema para retomar este desaparecido blog, pudiendo haber sacado a Led Zeppelin (reconocedlo, más de uno lo pensáis, mamones)? Probablemente, poca relación más tendrán Bowie y Cobain, salvo que ambos eran barbilampiños y, probablemente, drogadictos... aunque creo que aquí gano Cobain. Ah, se me olvidaba también que ambos tienen un enorme talento compositivo, pero eso es secundario, no tiene morbo, no vende. Pues esto se debía a que es, probablemente, la única versión que me gusta más que la original, si olvidamos el Hurt de Cash y NIN. Sonará sacrílego, probablemente la repercusión que tuvieron Bowie y Cobain en la música posterior sea bien distinta, probablemente la época en la que vivieron cada uno no estaba equiparada en talento, porque, obviamente, no es lo mismo convivir con Dylan, Zeppelin, Iggy Pop, Lou Reed o Pink Floyd que con... esto... convivir con un gran número de gente sin talento pero con un gran sentido para la teatralidad y la comercialidad.

También supieron surgir en un momento adecuado para explotar de manera total. Mientras Bowie cogió el glam de Bolan, Cobain hizo de Nirvana la evolución de The Pixies, y bueno, supongo que la creación del grunge ha sido, probablemente, la mayor invención musical (además de estética y presuntamente ideológica) desde el heavy metal. Cabría preguntarse, entre todos los que leen este blog, quién no ha escuchado a Nirvana en un momento de su vida, probablemente entre esa franja que va de los 15 a los 18 años, la época más conflictiva y en la que más buscamos el refugio en amigos y estética social varias. Eso diferencia a Bowie y a Nirvana, aunque es algo que también diferencia a Nirvana del resto de bandas contemporáneas y ramificadas de su estilo. Mientras Bowie supo nacer con el momento y evolucionar, convertirse en una amalgama de estilos musicales, Nirvana siempre ha tenido la etiqueta de ser un grupo dirigido a inconformistas, a niños raros, pero, fundamentalmente, ser el sonido de una época, la de la explosión del Nevermind y el tan cansino como genial Smells like teen spirits... aunque yo veo más magia en In bloom o Come as you are. Quizás Nirvana nunca supo salir de su esplendor, de la explosión que supuso en su momento, algo que también sepultó a Kurt Cobain... bueno, su fama insoportable y su no menos insoportable mujercita. Es un grupo que nación y murió en la primera mitad de los 90, aunque hay quien dice la estrella que brilla en poco tiempo brilla con el doble de fulgor. Pero no menos cierto es que, si el estilo de Nirvana es puramente contextual, un estilo que nació y murió a gran escala a comienzos de los 90, su fuerza y su calidad le han permitido continuar sonando frescos más allá de un estilo, porque fueron más que el mero grupo instantáneo (véase The Killers y demás chusma). Todos, o casi todos, somos hijos del Nevermind. La magia de esta canción está en vez como Cobain se apropia de la música de otro genio y la hace absolutamente suya, sin discusión, con sus errores, demostrando que, como todo gran guitarrista, aprendió instintivamente él mismo, sin escuelas, fallos que no hacen otra cosa que darle viveza a la canción, como le ocurría a Clapton en su Unplugged. Enjoy!





Y aquí el pedazo de vídeo de Cobain en el MTV Unplugged. Deja sin respiración.



¿A que este blog es más divertido que leer a Stendhal en una montaña rusa?