martes, noviembre 27, 2007

Friday on my mind

Desde el domingo no dejo de pensar que esta canción expresa cómo me siento ahora mismo, cómo el tiempo va lento y estoy deseando que llegue el jueves (cosa que dudo) o el viernes... así que, vamos allá, disfrutad de Easybeats.

Monday morning feels so bad,
Ev'rybody seems to nag me
Coming tuesday I feel better,
Even my old man looks good,
Wednesday just don't go,
Thursday goes too slow,
I've got Friday on my mind

Gonna have fun in the city,
Be with my girl she's so pretty,
She looks fine tonight,
She is out of sight to me,
Tonight....I spend my bread,
Tonight...I lose my head,
Tonight...I got to get tonight
Monday I have Friday on my mind.

Do the five day drag once more,
Know of nothing else that bugs me
More than working for the rich man,
Hey I'll change that scene one day,
Today I might be mad,
Tomorrow I'll be glad,
I've got Friday on my mind.




M&M

miércoles, noviembre 21, 2007

Blade Runner

El pasado viernes tuve la maravillosa oportunidad de ver una de esas películas que, como mínimo, hay que tener la oportunidad de verla en pantalla grande una vez en la vida. Siempre he pensado que hay películas que por su grandeza tienen que verse en pantalla grande, como Lawrence de Arabia, Barry Lyndon, Vértigo o El Padrino. Blade Runner es una de esas películas que, aún siendo una gozada en cualquier formato, en pantalla grande adquiere una grandiosidad totémica, como si sólo pudieras adorar aquello que ves proyectado en la pantalla y babear pensando en cada minúsculo pero a la vez monumental fotograma. Desde que suena la melodía inicial de Vangelis y ves los títuls de crédito, que demuestran que es de las pocas cosas buenas que la estética ochentera nos ha reportado, quedas hipnotizado por la magia que creó Ridley Scott, haciendo uso de algunas pinceladas de la obra de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, que tuve el (inmenso) placer de leer el pasado verano. Y digo hacer uso de las pinceladas de la obra de K. Dick porque la cinta está más cercana al mundo oscuro de Chandler y Hammet que al futuro apocalíptico y sectario que imaginó el escritor inglés. Aún así, el debate sobre la vida y la muerte, sobre el control del individuo, representado en ese gran ojo que todo lo ve, presiden la obra maestra de la sci-fi.



Y es que, al ser una película de ciencia- ficción, muestra todas las inquietudes de este género, tan habituales como necesarias, el cuestionarse cosas que el resto de géneros artísticos no hacen, y le da a la película un toque totalmente ambiguo, al no aclarar nunca todas sus pequeñas intrahistorias, lo que la convierten en la película más enigmática de la historia del cine, y con más secretos y debates en torno a su fondo y forma (si no contamos con el vaso de leche de Sospecha, claro está). Y es que, mientras la novela tira más por los conceptos de la fe humana, de si realmente existe un dios, y de cómo este influye en la sociedad y juega con sus seres, reales o no, la cinta de Scott se centra más en el dilema moral de si es el hombre el que juega a dios, y si sus "engendros", por llamarlo de algún modo, pueden y merecen vivir como humanos, o nunca alcanzarán tal grado de, por llamarlo de algún modo, vida. Quizás por ello, tenemos el duelo entre Roy Batty, el más terrorífico ser que uno pueda echarse a la cara, y Rick Deckard, ese antihéroe que, si en la novela se mueve por mejorar su estatus social comprando animales reales, y por el choque de sentimientos al enamorarse de un ser artificial al que debía darle caza, en la película no es más que un mero asesino capaz de retirar (asesinar a sangre fría, y por la espalda si hace falta) a los androides.



Al final de la película, no queda claro quien es el bueno, si el cazador o la presa, si aquel que tiene la vida y la asume como una gris obligación hasta la muerte, o aquel que carece de ella y la ama hasta el punto de no matar a su enemigo con tal de no exterminar una vida. Probablemente, la cinta supera al libro, aparte de porque simplifica conceptos hasta hacerlos sencillos de entender por el espectador sin perder su fuerza filosófica, y por la excelente ambientación, creadora del cyberpunk, en hacer de Deckard alguien que comienza a cuestionarse todas sus creencias, no sólo por el mero hecho de enamorarse de una androide, si no por verse reflejado en aquellos a los que asesina, por ir comprobando poco a poco el terror que supone vivir con miedo, como bien le dice Batty, saber que tienes a alguien con quien hincarás la rodilla en el suelo, alguien que te puede matar por la espalda en cualquier momento, y lo peor de todo, el saber que puedes dejar de ver a ese ser amado, al que quizás amas igual que odias.



Pero, lo que realmente hace grande a Blade Runner es la capacidad de narrar una historia de cine negro en pleno futuro, siguiendo los patrones clásicos del género que perfeccionaron Wilder o Siodmak. Y es que Rachel no deja de ser una versión actualizada de Evelyn Muwlray o Phillys Dietrichson, una femme fatale moderna, aunque con un interesante punto de inocencia y bondad, pero no por ello dejará de significar la perdición para el propio Deckard, quien es una modernización del arquetípico personaje encarnado por Bogart, perdedor hastiado de vivir, que observa como su existencia se diluye cada día un poco más entre los fideos chinos de la moderna Chinatown y su whisky barato que bebe en su destartalada casa. Y Roy Batty es el perfecto enemigo del justiciero, ese ser que parece indestructible, y que no representa otra cosa que el cambio, ese Mesías anunciado que con su retorno traerá el fin de todas las cosas, y probablemente el personaje más "Nietszche" de la historia del cine, ese que, saltándose todas las normas establecidas, elimina a su creador, a su dios, y, sin embargo, a pesar de ello, ante la imposibilidad de suplantarle, comienza su crepúsculo y asume su muerte de la forma más poética posible, probablemente el monólogo más repetido en la historia del cine, y que es imposible no exponer aquí, por muy repetido que haya sido en todo lo que se ha escrito sobre la cinta.







Y así acaba Blade Runner, de una forma bella pero trágica, sin lugar para la esperanza, en un mundo finito donde todo tiene fecha de caducidad, una historia pesimista, pues los personajes huyan de aquello de lo que nunca podrán escapar: la muerte.



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jueves, noviembre 01, 2007

Song for Bob

En la historia del western, varias cintas se han salido por la tangente para intentar crear un punto de vista diferente sobre las diferentes leyendas y mitos del oeste americano, y reinterpretar la historia a su manera. Desde Por un puñado de dólares hasta Pat Garret & Billy the kid, pasando por El tiroteo o la pretenciosa y aburrida Deadman, todas ellas han intentado ofrecer al espectador algo a lo que no estaban acostumbrado, con más o menos éxito, y pusieron su granito de arena para el género más importante en la historia de este medio. El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford va un pasito más allá y se sitúa en un nivel más allá dentro del western, contando una historia de sobra conocida por todos los amantes del género como nunca se había hecho hasta ahora, y es que la historia se mueve sinuosa entre el drama intimista y el western crepuscular, regado con gotas de expresionismo que dotan a la cinta de un lirismo abrumador, pero que no se queda en un mero ejercicio esteticista, contando con el poso y la grandeza de los westerns clásicos pero con un toque totalmente extraño al género, dándole un toque fascinante y renovador a una historia mil veces contada. Todo ello hacen de esta historia un extraño western minimalista al que es realmente difícil buscarle influencias entre algún maestro del género como Ford, Hawks, Leone o Boetticher, y es que, a quien más podría recordar es a directores tan diferentes como Kubrick o Malick.

Como hace dos años hiciera Cronenberg en Una historia de violencia, Andrew Dominik disecciona al héroe en todas sus vertientes, analizando punto por punto el carácter del Robin Hood moderno, que, como ya le sucedía a Viggo Mortensen, aquí tiene más aristas de las que la gente le presume, especialmente Bob Ford, quien descubrirá que la mayoría de las leyendas decepcionan, y que, como decía Solid Snake a propósito de sí mismo en Metal Gear Solid, de héroe o leyenda a villano no hay más que un paso. Todos parecen ver en Jesse a un moderno Prometeo que roba a los poderosos para dárselo a los pobres, pero él mismo sabe, y Ford se dará cuenta con el paso del tiempo, que no es más que un ser humano, con sus numerosas debilidades. La película es la narración de ese proceso, del absoluto endiosamiento al odio más visceral, pasando por el miedo o la envidia, de un personaje aparentemente frágil y honesto, pero que en el fondo se descubre a sí mismo como un cobarde. Presentado al comienzo como un ente casi fantasmagórico, por encima del bien y del mal, el director va desnudando también el alma de Jesse James hasta hacerle vulnerable, y quitarle ese halo mágico que parecía rodearle en la primera (y sensacional) secuencia del robo al tren. Es también una visión pesimista del mundo, de la decepción y la desconfianza como motor de todo, pues, justo cuando el personaje de Pitt decide confiar en alguien, firma su sentencia de muerte, y es que aquí lo importante no son los tiros, si no lo que estos luego originan.

Pudiendo ser acusada de tediosa, plúmbea y barroca, es innegable que el estilo que ha escogido Dominik para su película es sorprendente para un western, puesto que no es una lentitud tensa como la de Hasta que llegó su hora, buscando el suspense, es una lentitud asfixiante, densa, como si toda la película se tratase del último jadeo de un moribundo, construida a base de detalles, de miradas, de silencios, que reportan escenas antológicas como la de la cena, de risas, como la perturbada y demencial risa de Jesse James. Dominik pone en escena un guión confuso por momentos, y que adolece de falta de continuidad en algunos momentos, y de falta de desarrollo en ciertos aspectos, pero que, conforme avanza la historia y el espectador ata cabos, funciona como un mecanismo de relojería. El interés del relato no está en ver cómo asesina Ford a James, pues el suspense se borra de un plumazo con sólo leer el título, si no qué cúmulo de circunstancias llevan al aniñado ladrón a asesinar a su héroe, y cómo lo maneja el director, haciendo de esta película algo más que un mero western, siendo heredera de Centauros del desierto y Sin Perdón en el estudio intimista del personaje protagonista, de todos sus miedos y sus inquietudes con unos Pitt y Affleck realmente sorprendentes, sobre todo este último (extraño que sea hermano de quien es), y un reparto de secundarios perfecto, además de una música que encaja como un guante con la película, lo que la hacen ser, probablemente, el mejor western desde la obra maestra de Clint Eastwood.

Disfrutad de la creación de Nick Cave para el cobarde Robert Ford



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Para Auster ;)